sábado, 2 de julio de 2011

HACE SEMANAS...

Hace semanas estoy buscando palabras para decírtelas... y me rindo en el camino.
Como dijiste alguna vez: debe haber algo menos increíble que pensar en mí estando sin palabras.
Siempre hablo, siempre digo, siempre parece que hay algo adecuado para cada momento.
En realidad no te he dicho nada nuevo por aquí, ni en papel, ni en tu face, ni en uno de tantos lugares porque empecé a creer que no tenía nada nuevo que decir.
Que lo habías oido o leído todo. Y eso ni es justo ni es verdad.
Me he dejado estar por encima con las cosas del trabajo, con ciertos momentos opacos que han llegado en estos días mientras no estás. Porque vinieron, y vinieron como hastío, como ganas de tirar la toalla, como un infinito deseo de desaparecer y dejar el trabajo y la vida atrás.

Pero estás tú. Siempre estás tú.

Cuando te digo por teléfono que tu voz y hablar contigo son bálsamos, y me hacen olvidar los problemas del día, es la pura verdad. Como es verdad que me has cambiado la idea de las cosas, y mucho de lo que pensaba hacer. Nada es imposible, no lo era antes tampoco: ahora es diferente porque tienes que ver.
Lo impregnas todo, porque necesito saber que estás bien, y eso también implica que lo esté yo. Porque estás al centro de las cosas que quiero para mañana, para el día después de ese y lo que siga. Porque veo que estás feliz con cosas sencillas, con unas cuantas velas en el canto de un mueblecito que huele a incienso de fresas. Y hasta con la música que oía cuando te pensaba, hace tiempo, y cuando intentaba escapar del recuerdo de la mujer que tanto me gusta, que tanto me gustaba entonces y me seguirá gustando mañana.

Porque eres la mujer que amo recupero las palabras. Porque la aventura de la mitad de mi vida no terminó el 12 de abril, cerca a las seis de la tarde.
Apenas ha comenzado, y tengo mucho que decirte.

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