Hace poquito nos vimos. Habían pasado un poquito más de treinta días de estar juntos.
Estar. Es una manera curiosa como terminamos llamando a las cosas. Uno le dice a una chica -o a un chico- para estar. Estar aquí o allá tiene que ver, creo yo, con la cercanía física, con tener al otro delante de uno la mayor parte del tiempo posible.
Casi todos, creo, tienen una forma de mantenerse cerca cuando "están". Eso incluye obviamente verse mucho durante todo el tiempo que puedan. Y yo sé que a nosotros se nos complica eso un poquito, por la cuestión de la distancia.
Sin embargo, aprendí a verla, a ella, con ojos más clementes... porque comprendo que la tendré ahí durante un tiempo. Me deja escribirte, y sentirme como uno de esos soldados que se iban durante años a pelear guerras ajenas o propias y sólo tenían cartas para mantener vivo al amor... el famoso amor.
Aunque eres tú quien va, y yo quien espera, ansioso, verte un poco cada cierto tiempo.
Hay algo viejo que leerás luego -esa cartita antigua de la que te hablé- pero puedo adelantarte algo ahora. No fue pensado por la distancia real -la de los viajes- sino para la que estaba entonces, entre el amor de hoy y los sueños del verano...
"... Creo que de alguna manera me quieres un poquito. Y que extrañas tomarte un café con Enrique, que llega tarde, y te hace esperar, y quisiera quererte la mitad.Y que pudieras leer entre líneas cuando te dice o te escribe algo que puede parecer inocente.
... Enrique te quiere. Te quiero, y es muchísimo. Casi todo lo que le cabe en el corazón, o la mente, o el bolsillo del saco, o donde quiera que estés.
Ahora me guardo un pedacito para mí. El pedacito que me quiere a mí, como yo a tí.Y quiero que ese pedacito esté conmigo. Aunque podría irse, si de repente me quieres como yo te quiero a tí.Entonces, pues mi corazón, herido y hecho pedazos, se sentirá feliz, y bueno: se curará. Lo habrás curado."
Lo has curado. Lo has curado de distancia y de penas. Le has dejado la alegría de sentirte a mi lado, aunque hablemos por teléfono en lugar de hacerlo de frente. Con todo, el teléfono ha hecho algo adicional. He aprendido a amar como nunca una voz, la tuya, que me llena de alegría cuando la escucho, del otro lado.
Te he dejado muy poco para leer en éste rojito y tuyo. Prometo dejarme de flojeras y hacerlo cada nada, que es exactamente cuando quiero escribirte.
Te amo, Andy.
No hay comentarios:
Publicar un comentario