martes, 19 de abril de 2011

UNA SEMANA...

Hace siete días, corazón, empezamos la mañana unos minutos después de lo que pensamos. Pasa a veces, pero con todo, fue un día que estaba hecho para recordarse.
Recuerdo -saltándome a la mitad del día, en el paradero de siempre- haberte dicho que iba a ser una dia de los que me gustaría repetir una y otra y otra vez. Y también que me viste un ratito de una manera que me dejó atolondrado, mientras me decías...
El día todavía no termina.

Tenías razón. Aún no termina. No ha hecho más que comenzar. Aún hay muchas cosas por decir, más cosas por pensar y hacer.
Aún no termina el día.

Hacer que cada día sea el primero es una manera de tener siempre en la mente las razones en las que todo se fundó, la forma en que llegamos hasta este lugar. Ese en el que te emocionas porque digo dos cosas, y me hace apoyarme en los muros cuando me dices dos de vuelta.

Esto era, ¿verdad?
Lo que esperábamos. Eso de lo que hablamos alguna vez una de las noches de llamadas largas, de horas y horas hablando. Ratos tiernos, palabras dulces. Un romance cursi, de película cursi.
Y sé que apenas estamos comenzando, y que las cosas se ven diferentes en la óptica de los primeros días, Y puede parecer muy inocente, y todo eso.
Pero creo que es algo que nos merecemos: una tregua, algo que nos de un respiro, después de los malos tiempos, luego de las complicaciones gratuitas. Un poco de paz de color rosa.

Te quiero. Esas dos palabras iluminan nuestros días. Necesitamos oírlas y pensarlas, y ¡mira como son las cosas, están ahí para tomarlas, tan simple como eso! Tan simple como decirlas, una tras otra.
Pero lo suficientemente importantes, tan tremendamente trascendentales que nos tomamos casi medio año para ser capaces de hacerlo.

Te quiero, corazón, amor, preciosa princesa de zapatitos rojos. Y yo sé que apenas han pasado siete días, aunque en realidad ha sido tan sólo uno...
¿Recuerdas?
El día todavía no termina...

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