Sesenta y uno porque Abril carga 30 días, y Mayo 31.
Dos meses, corazón.
Hace tres pensaba que iba a ser muy, muy difícil.
Hace dos y un par de semanas, empezó a aclararse la idea de que iba a pasar. Íbamos a abrir la puertita que apenas faltaba empujar un poco.
¿Qué me gusta pensar?
Que cuando hablábamos de sueños que no tenías y otros que yo sí, ya estabas enamorada. Yo lo estaba.
De hecho, sigo recordando ese sueño como si hubiera despertado de él hace cinco minutos.
El final de un pasillo como de hospital, y tú besándome tierna, increíble, inesperada.
En ese sueño yo sentía lo que conozco ahora. Tu calor y tu delicioso sabor.
Ahora los sueños son diferentes y la realidad es una en la que los besos se añoran porque se extraña su dulzura. No se añoran por ausentes, sino por vívidos, tibios, penetrantes.
Mi vida ha cambiado, tremendamente.
No puedo creer que no hayas estado siempre ahí; y todavía -poquitas veces- siento como si debiera pellizcarme para descubrir, como cada mañana que hay una Andy para éste Maltés enamorado. Pero ahí estás. Y recuerdo algunas cosas como si hubieran pasado hace mil años.
Un chocolate en año nuevo, estrenando una camisa que compré pensando en si te gustaría el color.
Un abrazo por teléfono la noche anterior, mientras grababa una fiesta.
Un beso en la mano, en un taxi, una noche cualquiera de marzo. Y el primero, antes que subieras a una combi, luego del trip de La Parada.
Unas flores mojándose en la lluvia del 14 de febrero, y nosotros mirando bailar a un niño en medio de una lluvia en el Parque Lambramani.
Recordar a las mariposas revoloteando en mi interior, igual ayer, igual ahora, cuando cierro este post de mesversario.
Te amo 61 días más intensamente que el primer doce. Y apenas es el comienzo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario